Cuando alguien me pregunta a qué me dedico, normalmente afirmo que hago terapias y escribo libros. Es la forma más sencilla de que la gente entienda que tengo un trabajo normal. Cuando percibo que a las personas les atrae el campo espiritual y que, realmente, se interesan por lo que hago, les digo que puedo transmitir mensajes de nuestros Maestros y Guías a los grupos, o en mis libros o en una consulta privada.
Y también imparto formación para que todo el mundo pueda escuchar la voz de su Yo Superior o de sus Guías espirituales.
Pasada la sorpresa, la gente que de verdad quiere entender este trabajo, me pide más información. Quien no, mira al cielo como esperando una respuesta más “normal” y cambia de tema. Me asombra la cantidad de chorradas que dice el ser humano cuando no entiende algo, ja ja ja. Si no entiendes algo, ¡pregunta! Pero pregunta de verdad, queriendo saber, abierto a la respuesta, y dispuesto a que la contestación mueva tus creencias, al menos un poco. Creo que ante las nuevas profesiones espirituales algunas personas se sienten como los directores de banco cuando les explicaron que pondrían unas máquinas en la pared de la sucursal para que la gente sacase su dinero. ¡No se lo podían creer! Pero ahora no podemos vivir sin un cajero automático.
La profesión de “canal espiritual” suma una capacidad natural y muchas horas de estudio y de trabajo. Entre otras, las muchísimas jormadas que dedico a escribir este blog o a viajar para dar una conferencia canalizada a 700 kilómetros de mi casa, por ejemplo. Los meses dedicados a perfilar mi nuevo libro sobre Axel, o las decenas de correos y whatsapp para explicar cómo es una consulta privada a gente que, en verdad, sólo buscaba curiosear. Todo eso es tiempo de curro. Ser un canal es un regalo, es cierto, pero exige levantarse pronto, invertir dinero, cuidar el vocabuario, no leer a otros canalizadores y no tomar demasiado alcohol, entre otras muchas cosas. Hay que aprender a decir “no”, seguir la intuición , poner los límites,… y hay que aprender a que no nos importen las opiniones ajenas (ni las malas ni las buenas). Ser un canal es un trabajo exigente, como otros muchos trabajos del mundo.
Ser canalizadora y escritora espiritual obliga a tener obediencia ciega a esa voz interior que todos tenemos pero que no siempre escuchamos. Tú y yo no somos diferentes, salvo en que cuando oigo mi voz interior la sigo sin rechistar, como Brad Pitt en “Leyendas de pasión”. Ser un canal exige tener fe ciega en nuestros Maestros y sus mensajes de amor. Exige quitarse del medio cuando ellos canalizan algo a otras personas: no querer corregir, adornar ni suavizar una sola de las palabras que se reciben de ellos. Como en otras profesiones, se llega a canalizar cada vez mejor gracias a la práctica. Así que, como en casi todo, todos canalizamos mejor con el tiempo.
Sin embargo, ser un canal de Luz es peligroso. Surge la tentación de utilizar esta capacidad para el propio bien o para el beneficio personal. Esta capacidad (que todos tenemos) nos permite ayudar a los demás, y esa es nuestra misión. Utilizar este don únicamente para las propias metas hará que se “corte” la capacidad de percibir la voz de los Maestros, como ya me advirtieron mis Guías al escribir SOMOS LUZ en febrero del año pasado.
Y tal vez el mayor problema de esta profesión no es que no te crean, ni que te juzguen o te critiquen… eso es parte del curro. Tal vez el mayor problema es que la gente crea que trabajas 24 horas al día todo el año, y que “como tienes un don para ayudar, no puedes descansar”. ¡Uyyyyyy, qué equivocados estáis! Los canalizadores somos currantes al servicio de Dios, pero somos humanos, tenemos un horario, unos compromisos y unas vacaciones, COMO TODOS. No somos ángeles, ni “guerreros de Luz”, ni estamos obligados a atender cualquier necesidad de alguno que sólo quiere cotillear, que no entiende nuestro descanso, que no está dispuesto a respetar al profesional, en síntesis: que no desea evolucionar… El que sólo quiera consuelo que se vaya al bar. Nosotros estamos para ayudar a las personas que realmente quieren avanzar; las que de verdad quieren ser mejores personas; las que se trabajan sus defectos, las que se dicen la verdad, las que asumen sus errores, las que luchan contra el ego… Para esas siempre hay horarios, mensajes y abrazos.
Los canales trabajamos para todo el que desea evolucionar espiritualmente y aumentar su conciencia. Para ti escribo este blog y cuelgo vídeos en youtube. Para ti recorro el país ofreciendo gratuitamente los mensajes de amor del Cielo, a pesar de que muchas salas me piden pagar dinero por ir. Claramente, no hablamos el mismo lenguaje. Te asombrará leer esto: durante este año he conocido más buitres, sabandijas e hipócritas que en todos mis años en el mundo de la empresa. No me duele que esto exista, de hecho, estas experiencias han afinado mi “radar” para captar gente interesada (que hay mucha) y poder alejarme de ellos. Pero sí te confieso que me sorprendió encontrar esto en el entorno de la nueva espiritualidad o de la religión. Mucho “namaste”, mucha ropa blanca, pero el corazón, del mismo color que todos los corazones humanos, ni más ni menos.
Y si alguien cree que los canalizadores, los maestros, los terapeutas, los formadores o los videntes son personas especiales, os diré que no: que todos somos iguales, por si aún dudáis…
¿Tienes inseguridad? Yo también.
¿Sientes miedo? Igual que yo.
¿Tienes ego? Claro, como yo, como la mayoría.
¿Miras por tu interés? Me too (que significa “yo también” en inglés)
¿Temes que te juzguen? ¿O que se aprovechen? ¿O que te mientan? A mí me pasa lo mismo.
Pero en una cosa te llevo cierta ventaja.
Escuchar la voz de nuestros Guías calma el Alma;
corrige los defectos;
orienta en la dirección correcta; vence a la tentación;
favorece la visión de que todos somos iguales,
y hace que dejen de importarme muchas cosas, como que alguien no entienda tu trabajo.
Por eso, cuando veo que alguien sólo desea probar mis capacidades de conectar con la Luz; cuando presiento que sólo desea saber si puedo decirles el nombre de sus difuntos, como si fuera un juego de adivinación del sábado por la tarde, pido asistencia a los de arriba. Y cuando alguien me pregunta:
– Y tú, ¿a qué te dedicas?
Yo le respondo:
– A mis labores.
Precioso Amada Selina, mejor dicho..imposible!!
Gracias, muchas gracias!!!