LA HORA DE LA VERDAD
En el momento de escribir este artículo el mundo está patas arriba porque un virus manipulado por el ser humano se ha propagado por el planeta afectando a la raza humana. Nuestras posesiones no se ven afectadas por este virus, pero sí nuestra humanidad… Tal vez habíamos olvidado qué era lo más importante en la vida y este bichito que se escapó por la ventana ha venido a mostrárnoslo.
Sí, son momentos difíciles para todos: hay y ha habido muchísimos muertos, hay decenas de miles de contagios, y para colmo, los gobiernos intentan frenar la expansión de la enfermedad impidiendo el transcurrir de la vida como lo conocíamos. A esto le añadimos el parón económico y laboral que está suponiendo en todo el mundo, así que, sí, estamos de acuerdo: la situación es grave.
Aceptando este hecho, he querido ir más allá de lo obvio y atravesar el velo que nos separa de Dios y de la Verdad como energía de amor intangible. ¿Qué toca hacer ahora? Unas palabras sonaron en mi corazón: “DECIRSE LA VERDAD”
-Jolín –protesté como es habitual en mí-, ¿a qué os referís exactamente? ¿Qué le digo yo a mi gente (es así como llamo a todas las personas que seguís mi trabajo)?
Me contestaron en lenguaje de luz, que significa que ponen imágenes y emociones que yo traduzco en palabras. A veces lo hago directamente como veis en los vídeos en directo, y otras, como en este texto, me paro a sentir cada uno de sus conceptos intentando traducirlo de un modo más cuidado e inteligible (es decir, fácil de entender). Lo hago por escrito para que conste en acta, es decir, para que se mantenga accesible para cualquiera que lo necesite y para todos aquellos que gustan de leer a su ritmo. Para los más auditivos, siempre hay y habrá vídeos en mi canal YouTube.
A lo que iba… me respondieron y yo le he dado forma en este artículo.
La verdad es aquella frecuencia o estado en la que la mente mira las cosa si no las juzga. Desaparecen los juicios, críticas, opiniones, y lo que es mejor aún, desaparecen los prejuicios, ideas concebidas antes de tener ni siquiera un dato o dos.
La verdad es la honradez frente a uno mismo y frente a las cosas. Consiste en quitarse las máscaras, todas, las que sean: empezando por las de la belleza externa, las del artificio y el adorno, las de la transformación del cuerpo para gustar a otros. La verdad consiste en eliminar la creencia de que uno vale por lo que sabe, por lo que conoce. Y la verdad es, desde luego, borrar de un plumazo las ganas de agarrar las cosas materiales pensando que son una extensión del ser humano o un indicador de su valía.
Al contrario, la verdad es la desnudez. ¿Cómo nacen los niños? Desnudos frente a la vida, sin nada, vacíos, esperando que las experiencias vayan conformando tus valores y su identidad humana, que solo es un reflejo, una parte de la identidad divina.
Eso es lo que toca ahora. Desnudarse. Quitarse las máscaras frente a uno mismo, en primer lugar y decirse:-Sí, esto es lo que siento. Esto me duele, esto me martiriza y esto me quita el sueño.
Deciros, a solas, lo que sentís:
-Sí, me da rabia que tal persona no se dé cuenta de que existo. Me fastidia (usad la palabra que sintáis más adecuada: molesta, entristece, deprime, enferma, etc.) que la vida no sea como yo la esperaba. Me hace daño ver cómo yo misma/o no hago lo mejor para mí…
Deciros también lo positivo, que es verdad y no orgullo. Es momento de decirse:-Sí, me gusta mi cuerpo. Me encanta mi voz, mi cabello, mi forma de pensar, o cómo me queda la comida.
Decirse lo que es cierto sin evitarlo ni aumentarlo es un modo de acercarse al Creador, pues todo Él/Ella está hecho de verdades inalcanzables e indestructibles.
Sí, sois seres sintientes y sensibles.
Sí, podéis sufrir y gozar.
Y sí, sois bastante exagerados.
La verdad es también la neutralidad ante los hechos. La mirada objetiva sin emoción ni mente ante lo que ocurre, y el alma se acomoda a lo que es sin pena, ni lucha ni engaño. Cuando la mente se coloca a favor del viento que sopla es cuando la inteligencia sirve al alma y alineadas y unidas vosotros seréis conducidos a la verdad.
Pero la inteligencia o la mente humana se aferra a ideas del pasado remoto metidas en las células del cuerpo de modo casi inseparable. Las vivencias en otras existencias y las vidas de vuestros ancestros os han regalado unas energías que os conforman y de las que tenéis que separar, como en el campo, el trigo de la paja. Pues la verdad es decir “gracias por todo lo que hay en mí, yo me encargo de conservar lo adecuado y dejar ir lo inadecuado”.
Decirse la verdad es un doloroso ejercicio para la mente y agradable momento de amor para el alma. La sinceridad con uno mismo es una caricia amorosa y excitante en el rostro, es el roce deseado de la mano ansiada, es la comprensión pedida del alumno al profesor, y todo ello es posible con la verdad, sin depender de otros, sin necesitar a otros.
Desnudarse es de valientes. Presumís de ser guerreros y estáis en el miedo. Miedo a la causa desconocida de cuanto sucede. Miedo al qué pasará. Miedo también a si cada uno de vosotros sabrá vivir lo que le toque sin enfermarse o deprimirse, valorando que todo lo que hace lo hace lo mejor que puede. Contra el miedo, la verdad.
Así que despojaos de viejas ideas inservibles, de esquemas trasnochados que os impiden amar. Deshaceos del miedo al pasado, del pánico a repetir y repetir situaciones y traumas, pues parte del miedo a repetir es lo que lo provoca. Quitad las máscaras que os cubren y decid: sí, esto soy yo, con imperfecciones, con humor, con prisa, con desidia, con temor… Y este paso os conduce a un nivel superior de conciencia, a la auto estima y al otro.
Si quieres éxito, en cualquier terreno de tu vida, la verdad es parte del camino, pues lo que no se fundamenta en la verdad, antes o después caerá. No podéis sostener una vida en otros cimientos que no sean lo que realmente tenéis. Duraréis poco tiempo en el podio de la mentira así que, tirad la máscara, por favor, es el momento de enfrentar lo que de verdad no os gusta para ir hacia lo único real, la inmortalidad del alma hecha de amor. Por eso, solo el alma que está en amor atraerá el amor.
Os hablaremos ahora a cada uno de vosotros.
Mírate. A solas, sin prisa, sin nada en la cabeza, sin sueños ni creaciones fantásticas sobre lo que ha de ocurrir. Como si estuvieras frente al mar, saca de tus bolsillos todo lo que no es tuyo y arrójalo para que las olas se lo traguen y no te lo devuelvan jamás.
Busca en tu abrigo o en tus pantalones y en cada bolsillo encontrarás algo que arrojar hoy a las aguas azules de Gaia, que lo eliminará con su amor a ti.
Deshazte del miedo a amar, en primer lugar, que es lo que te impide ser feliz. No importa si no te corresponden, no importa si estás en pareja o solo/a, si tienes familia o no: el amor no es personal. Al contrario, amar es algo general, ilimitado, amorfo, y no requiere un objeto determinado. Amar es una actitud que transforma cada una de tus células, cada uno de tus cabellos y te hace ser más luz.
Ahora busca y tira el miedo a ser feliz, el miedo al éxito, la comparación… Arroja al agua, bien lejos, el deseo de agradar. ¿No sabes que eres maravilloso/a les gustes a otros o no? ¿Olvidaste que tienes libertad para ser quién eres? Nadie puede hacerte daño por negarte su atención o su aceptación, has de tenerla tú.
Elimina ahora la mirada puesta en lo material como solución a tus problemas. Los problemas materiales tienen soluciones materiales, pero el resto no. Nada de lo que puedas comprar llenará tu corazón vacío. Ni el agua quita el hambre ni el alimento quita la sed después de un rato. Ninguna flor sustituye a un beso y ninguna joya sustituye a una persona. Solo son imágenes deformadas en espejos de feria que te hacen creer que necesitas otras cosas cuando, en realidad, lo que necesitas es tan solo amor.
Es la hora de los valientes.
Y ya en tu desnudez, mira a los demás a los ojos y observa lo que sientes. No lo disimules, no lo temas, no te lo ocultes. Mira, observa y siente. Sea lo que sea dítelo, a ti. Así sabrás lo que te ocurre realmente. Así sabrás lo que te pasa y lo que debes hacer.
El guerrero mide el terreno, observa al enemigo y no se mueve hasta haber preparado su estrategia. Tú, que presumes de servir a la luz, imita la actuación del soldado que, antes de enfrentarse a otro, medita, descansa y prepara sus armas. Pues bien, ahora tú descansa, medita y sé valiente: tu arma es la autenticidad. El disimulo solo esconde tu deseo y, a la vez, tu miedo a la frustración.
Es el momento de alejarse de todo aquello que huele a mentira, a orgullo y falsedad. Apártate de lo ambiguo, de lo fingido, de lo oculto. Ve sin máscaras, amor en mano, a la vida, a ti mismo, a Dios… y al otro. El valiente sabrá apreciar tu entrega y honrará tu magnífico valor. Quien no vea esto que se quede al otro lado, pues no está preparado para el maravilloso tesoro de tu entrega.
Ya pasaron los tiempos de culpar a los padres, a los ancestros, a los gobiernos… a las brujas, a los dioses, a los maestros… Son los tiempos del alma adulta, la que asume sus errores y cambia su comportamiento. Es la hora de los valientes.
Descansa, guerrero, es la hora del amor.
Hecho de pedacitos de ti.
El título de una canción me recuerda el mensaje que me dieron los maestros de que todos, absolutamente todos, estamos hechos de retazos. Cada alma, extraída del corazón del Creador, se revela a través de las múltiples vidas que tenemos en distintas dimensiones. Utilizamos cuerpos y avatares diferentes, viajamos a mundos lejanos, a estrellas olvidadas, y en cada una de esas existencias, tomamos unas cosas y dejamos otras. Cada persona nos otorga un modo de tratarnos, un insulto o un piropo, alegrías o penas. Vuestros lazos familiares traen atados regalos y deudas que no sabemos, a veces, colocar en nuestra casa actual. La mente transforma cada experiencia en un posible futuro, en una profecía, y le crea a la realidad una etiqueta o una caja donde quiere guardarla. Pero el alma, como humo inaprensible que no se deja agarrar, escapa a las cárceles y a los nombres, escapa a los traumas y al pasado e intenta, en cada nueva oportunidad, sanar los errores y poner amor donde manaba el miedo. Si el alma vence, el éxito en la misión está asegurado. Si la mente, orgullosa, terca y ambiciosa, gana la lucha, el alma llorará su mala suerte y se quedará encerrada en una celda de desamor con un carcelero llamado Miedo.
Estás hecho/a de todos estos retales, de jirones de vidas pretéritas, pero con un patrón nuevo, vacío, limpio para esta nueva vida. Sin embargo, la mente te lleva a vivir otra vez con los retales viejos de los otros y de ti, y por eso se repiten las vidas y por eso se repiten el dolor y el drama. Cada amor y cada desengaño, cada éxito y cada bancarrota, cada acto de fe y cada acto de apostasía, dejan un pedazo en ti impulsándote a repetir el camino conocido. Sin embargo, si le preguntas al alma el camino adecuado, esta elige a ciegas, sin pensar, el camino perfecto del amor. Te dirá la verdad, te guste o no, te indicará en susurros delicados, qué hay más adelante en el camino y si has de tomarlo o no.
Aunque estés hecho de experiencias y sueños, de risa y de muerte, casi a partes iguales, te pido dejar de lado la mente y consultar en el templo de la verdad, tu corazón. Ahí donde no hay errores ni temores, ahí donde se encuentran la sabiduría y el consejo de los maestros más elevados, ahí donde abunda la Gracias y donde el conocimiento humano queda relegado a lo que es: un saber limitado.
Toma todos los fragmentos que te forman y pégalos con tu mirada. Une todos los trozos que tu alma perdió en las guerras, o en los partos, o en el paredón. Y con amor y confianza mira todas las piezas que te construyen y asume que tus viejos traumas entorpecen el contacto con el alma. Ahora, con esta nueva visión de ti, un humano hecho de experiencias, recuerda la verdad: también eres un alma inmutable, sabia y perfecta a la que la vida solo le afecta en positivo.
Dite la verdad aquí y ahora.
Dite: Mi luz encarna con una larga historia que asumo y que soy capaz de mejorar ahora mismo. Mi luz, eterna, venida del Creador, evoluciona con cada gesto de amor y todas mis partes se unen bajo el mandato del corazón.
Así podrás ver cada experiencia, hermosa o traumática, como la base de tu vuelo, como el trampolín para ver luz en todo y en todos. Tal vez por eso el Maestro Jesús dijo: “La verdad os hará libres”. Tal vez, ahora, tu alma pueda volar sin lastres.