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ACEPTAR, EL ÚNICO CAMINO

ACEPTAR, EL ÚNICO CAMINO

Cuando alguien está muy acostumbrado a intentar entender las cosas a nivel mental, se empeña en encontrar soluciones comprensibles o inteligibles. Sin embargo, la mayoría de las cosas que ocurren en nuestra vida o a nuestro alrededor tienen una razón de ser a pesar de que nosotros no podamos conocerla o entenderla. Es muy sencillo. Todo ocurre por algo, pero casi nunca podemos saber la verdadera razón por la que ocurre, de modo que colocamos la causa en nuestros ancestros, en el destino o en el karma, entre otros posibles orígenes de lo que sucede.

Sé, por experiencia, que tener conocimientos y formación puede ayudarnos a comprender partes de la realidad y tener la capacidad de canalizar aumenta la comprensión de los acontecimientos, pero ni lo uno ni lo otro nos darán la clave completa. El ser humano es un ser complejo. En mi opinión, cada ser humano es una energía que se convierte en materia para realizar viajes temporales (cada una de nuestras existencias o vidas). Cada uno de nosotros tiene parcelas de información según lo que ha vivido en sus existencias previas y según interpreta lo que vive en el momento presente. A esto le sumamos la carga invisible e inconsciente de los mensajes no expresados y las creencias ocultas de nuestros ancestros, que nos legan inconscientemente sus miedos y sus sueños. Sin ir más lejos, solo con esto es complicado conocer la causa profunda de lo que nos ocurre en la vida presente y de lo que creemos o sentimos, no digamos ya, de lo que otros piensan, creen o sienten.

Hecha esta larga introducción y basándome en todo el trabajo personal que hago desde muy joven, os diré que, en mi opinión, lo único que aporta cierta calma a la mente es la aceptación. No importa si practicamos Ho’ponopono o si rezamos el rosario, lo que importa es que nuestros recursos nos conduzcan a la paz interior, y no conozco otro remedio que aceptar las cosas como son. ¿Es fácil? No. Si fuera fácil nadie tendría tantos problemas y yo no escribiría sobre esto. ¿Por qué lo digo? Porque justo ayer escuché esta frase canalizada: Aceptar puede que no ayude a vuestra economía, pero al menos no tendréis ruina y preocupación, solo uno de de estos problemas, no dos.

Los Guías y Maestros espirituales, los ángeles, nos ayudan a luchar por lo que queremos sin sufrimiento. ¿Cómo erradicar el sufrimiento? Aceptando las cosas como son, que es lo difícil. Para muchos de nosotros es más fácil luchar por algo o contra algo que dejarlo estar. Sin embargo, mirar las cosas como son y decir: Sí, así son, es la llave de la felicidad.

Mira ahora alguno de tus problemas. Míralo de frente y aunque te haga sufrir, piensa: “Sí a todo como es”. Observa cómo te relajas. El problema no ha cambiado, solo ha dejado de provocarte tanto dolor. En otras palabras, es cierto que hay problemas, y a veces muy graves, pero también es cierto que podemos verlos como dramas irresolubles o como oportunidades de crecimiento. Lo repito, no es fácil, especialmente para las personas cabezotas, para las que tiene mucho ego o para las mentes muy reflexivas e inquisitivas. Todo tiene una razón pero no siempre es una razón comprensible, me dijo un día Axel, así que lo que nos falta no es inteligencia o conocimiento, sino realismo: las cosas son como son.

No aceptarlas es poco inteligente y muy doloroso. La mente nos lo vende como si aceptar fuera una actitud cobarde y arremeter contra los obstáculos fuese el comportamiento digno de un guerrero, pero no es así. El que lucha contra una pared se hará daño, y esto no es de ser inteligente ni espiritual, es de ser imbécil.

A lo que vamos, ¿cómo eliminar el sufrimiento? Hay muchos caminos: dejar de alimentarlo, parar de hablar de ello, enfocarse en lo positivo, confiar en que es para nuestra evolución y que nos hará más fuertes, quitarle la carga dramática que la mente añade por ego… Y a todo eso, añadimos la aceptación.

Pero esto es solo mi opinión, así que pediré a los Guías y otros seres de luz que nos hablen un poco sobre esto. Os lo transcribo tal y como lo recibo.

ACEPTAR es mirar de frente, sin provocación ni lucha, sin claudicar y bajar la cabeza. No es dejar a un lado y evitar la realidad, al contrario, es tomarla en las manos y mecerla como a un niño. La realidad también necesita ser querida y atendida para poder abrirse como una flor y mostrar sus secretos. ¿Quieres saber lo que ocurre? Ponte de frente con humildad, de igual a igual, y observa con amor cada hecho y a cada persona, de modo que puedan susurrarte su secreto, la verdadera razón por la que están ahí, en tu vida y por la que son así, tal y como son.

¿Qué oculta esta dificultad? Mírala con amor, mécela con ternura y te dirá qué regalo tiene para ti.

¿Por qué me duele el comportamiento de alguien? Si lo miras desde el corazón y no desde la cabeza verás que el dolor puede disiparse y desvanecerse llevándote a ti mismo/a, mostrándote qué te ocurre a ti para que su actitud te duela a ti. Como ves, cada acto, cada palabra, cada suceso esconde una lección para tu alma. Mira la vida como un estudiante, siempre alerta, siempre atento de aprobar la lección que le toca. Olvida la meta futura que desea tu mente, pues por más que la pienses no lograrás acercarla. Solo el trabajo diario en ti te acercará a tus metas más elevadas. Mirar a tu alrededor con amor te mostrará obras de arte donde otros ven desorden, podrás ver belleza en tu interior si no pones palabras, juicios y etiquetas a los acontecimientos o a las personas. Cada uno de ellos es ahora tu maestro, ¿puedes ver el dolor como un enseñante magnífico que prueba tu paciencia y tu tenacidad? ¿No te hace más fuerte lo que te contraría? ¿No es acaso lo difícil lo que te reta y saca de ti una fortaleza insospechada?

Cree en ti, acéptate también como tú eres. Mira cada defecto como parte de una obra original que distingue a cada alma. Tu huella personal está hecha de éxitos y fracasos, de aciertos y errores, de humildad y de soberbia, de caminar y parar. Tú estás hecho/a de decisiones, de incongruencias y búsquedas, lo mismo que un cuadro tiene pinceladas y pinceladas, unas sobre otras, tapando los errores y mostrando el mejor trazo posible en el momento de ser pintado. Asume el tiempo. El tiempo es la medida humana de los procesos mentales, los cambios físicos y la evolución emocional de todos vosotros. El tiempo es imparable y a la vez, intangible. Pasa, pero no puede tocarse. Es inexorable, por lo que luchar contra el tiempo es imposible, lo que sí podéis hacer es aprovecharlo. Nada más. Vivir cada segundo con total consciencia, con presencia, ya que la presencia deviene del alma, no de la mente.

Cuando miráis desde Dios, todo es más fácilmente aceptable. La realidad entra en el corazón a través de los ojos y se envuelve en flores y en cuidados, pues así es como dios mira todas las cosas. Este gesto detiene la actividad mental que suele inflamarse de ego y acudir a la rabia a buscar fuerzas aliadas. Pero con Dios, no puede ocurrir esto. es como si la mente y dios fueran excluyentes, por eso poner amor excluye el dolor, verlo todo con fe, aceptación y humildad te acerca a Dios, y por lo tanto a la verdad, es decir, que te alejarás sin esfuerzo del sufrimiento añadido por la mente.
Aceptar es una capacidad del corazón propia de las grandes almas. No dudes, tú eres energía y todo está hecho de energía, cuanto más aceptas menos ocasiones de guerra y confrontación.

RESPETO Y ACEPTACIÓN

Desde niña he escuchado y leido cuentos sobre maestros espirituales. Su comportamiento era incomprensible para mi en aquellos momentos. Ahora, como adulta, puedo entender mucho más el porqué de sus actitudes, y ansío vivir en mi vida, entre otras, estas dos: RESPETO y ACEPTACIÓN.
El respeto es algo difícil de explicar. No se trata sólo de la tolerancia: tolerar algo no es respetar.
Respetar incluye no meterse, no juzgar, no atacar. No se trata sólo de dejar pasar o mirar para otro lado. Se trata de asentir a lo que uno ve sin juzgarlo. El que respeta no enjuicia y está relativamente cerca del Amor.
Si bien, cuando no respetamos algo deberíamos preguntarnos.
1.- En realidad, ¿qué es lo que me molesta?   
     ¿De verdad puede molestarte u ofenderte que alguien lleve tal o cual prenda (bandera, logo, discurso, etc.)? ¿Puedes sentirte ofendido porque alguien se comporte de un moso que a ti no te encaja? Mira porqué tal persona o cual actitud de fastidia. Eso habla más de ti que del otro.
2.- ¿Cómo puedo respetar al otro? Los argumentos son muchos y variados, pero dan igual si tu actitud no cambia. Basta una sola razón: No tienes derecho a juzgar (insultar, atacar, calumniar, difamar, etc.) a otra persona. Eso es todo. Da igual que tengas razón (bajo tu punto de vista) o que… el respeto no entiende de razones, porque no las necesita.
3.- ¿Cómo me siento yo cuando no soy respetado? Esta es una pregunta importante. Parece que está bien visto que uno se defienda a ultranza de cualquier mala interpretación de sus palabras o de sus actos. Se nos dio a entender que debemos defendernos, que eso se llama “asertividad” y que así el otro también aprende a respetar a los demás. Yo era de esta opinión.
Sin embargo, ahora, como canalizadora espiritual y como autora, acepto que tengo seguidores y que también aparecerá algún que otro detractor. Mi misión no es discutir con los unos ni dejarme halagar por los otros. Mi tarea es aceptar ambas opiniones como posibles y ambas como parte de mi crecimiento. El mensajero no es importante, ¿por qué dar importancia a las opiniones ajenas?
Hace poco conocí personalmente a un reconocido profesor universitario que ha publicado varios libros. Su visión de la vida no encaja completamente con el pensamiento mayoritario de sus colegas y por ello sufre no poco rechazo (comentarios, juicios, críticas, etc.) El me recordó la importancia de ignorar cualquier intento de dañar nuestra identidad y nuestro trabajo. O tomando las palabras de mi antiguo director de empresa: “que hablen de uno, aunque sea mal”.
En el fondo los detractores también nos hacen publicidad positiva, porque “nadie tira piedras a un árbol sin frutos”. Así que el respeto empieza por el que es atacado: la mejor respuesta es el silencio.
Sobre la aceptación, ¡qué decir!
Tú, ¿te aceptas a ti mismo/a? ¿Así, como eres? Si tú mismo/a no te toleras, ¿qué vas a hacer con los otros? Aceptar no es callar. Aceptar no es tragar. No se trata de resignarse con un compungido “qué le vamos a hacer”, sino entender que las cosas son como son (ni más ni menos) y que  podemos aprender mucho de eso que ha ocurrido.
¿Qué puedes aprender de eso que no aceptas?
¿Qué te dice tu propia actitud sobre eso?
¿Cómo puedes sentirte algo mejor ante lo que ha ocurrido?
¿Por qué no te gusta?
¿Cómo puedes sacar algo positivo de elo, si lo hay? Si no hay nada positivo, ¿qué puedes hacer?
¿Qué es lo que realmente no aceptas?
Muchas veces ponemos en el otro lo que no queremos oir o ver. ¿Es eso lo que te ocurre?
Cuando haces una crítica a alguien, ¿qué esperas? ¿Cómo te sientes si el otro ignora tu crítica? Tal vez no eres tan importante. Tal vez no estás diciendo nada interesante, ¿podría ser?
Los viejos maestros de los cuentos que mi madre me leía decían: “Muy bien, muy bien”. Ante una crítica o ante un halago ellos asentían “muy bien, muy bien”.
Pues sabiendo a lo que me expongo con este trabajo sencillo de ayudar a la gente en su camino, sugiero que poco a poco, todos, dejemos de ofendernos (y dejemos de ofender) y simplemente digamos: “Gracias por tu opinión”.
Querido lector, ¿crees de verdad que es importante? ¿En serio?